La propaganda ahoga al análisis y a la inteligencia. Académicamente está claro que el Gobierno de Salvación Nacional (una especie de Gobierno Provisional) y el Consejo Político Supremo (SPC; en árabe: المجلس السياسي الأعلى ; transliterado: al-Majlis as-Siyāsiyy al-‘A’lā) que gobierna desde Saná, no está formado tan solo por los denominados Hutíes. Y que Ansar Alá, el movimiento heredero de legado de Hussein Badreddin al-Houthi no es proxi de nadie. Este movimiento de raices zaidíes forma parte de una rama del islam chii que no tiene que ver, teológicamente hablando, con el islam chii duodecimano iraní. Como mucho, podemos hablar de primos lejanos convertidos en hermanos de armas, como veremos en uno de estos artículos.
Antes de todo, recomiendo la lectura de nuestras dos entradas anteriores Yemen: no son Hutíes, hablamos del Consejo Político Supremo y de su Gobierno de Salvación Nacional y Yemen, un poco de contexto.
Además son muy recomendables los trabajos en castellano de Felipe Medina Gutierrez El movimiento ḥūṯī (Anṣār Allāh) y la guerra en Yemen, artículo científico publicado en la Revista Estudios de Asia y África, VOL. 55, NUM 1 (171), 2020, PP, 79-112. y su tesis de maestría EL NUEVO LEVANTAMIENTO ḤŪṮI: ELEMENTOS A CONSIDERAR EN LA GUERRA EN YEMEN (2014-2016) Con estos trabajos, se podrá entender el pasado reciente, las cuestiones tribales, religiosas y políticas de las fuerzas implicadas en el conflicto yemení.
Para aclarar situaciones actuales y dotarnos de más conocimiento sobre el problema yemení, repasaremos además algunas publicaciones académicas y periodísticas.

El primer trabajo es claro y conciso: The Houthis are not a group that can be bombed into extinction – here’s why; de Amal Saad (profesora de política y relaciones internacionales en la Universidad de Cardiff), artículo publicado en The Guardian el 23 de enero de 2024. Traduzco:
La guerra lanzada por el «eje de la resistencia» contra Israel y Estados Unidos marca la primera vez en la historia que una coalición de actores no estatales acude colectivamente en defensa de otro actor no estatal, concretamente Hamás.
Encabezado por Irán, el eje incluye milicias sirias, los grupos palestinos Hamás y Yihad Islámica, Hezbolá de Líbano, las Unidades de Movilización Popular (UMP) de Irak y los Houthis de Yemen o, para darles su nombre oficial, Ansar Allah. Durante los últimos tres meses, los tres últimos han tomado la iniciativa, lanzando ataques contra objetivos israelíes y estadounidenses en apoyo de sus aliados palestinos.Pero en lugar de reconocer que estos grupos tienen motivos e intereses propios, Estados Unidos, Reino Unido e Israel siguen reduciéndolos a una red transnacional de proxis iraníes a los que creen que se puede amenazar y bombardear hasta la sumisión, algo que ha quedado claro con otra oleada de ataques aéreos nocturnos. Se trata de un malentendido fundamental de la dinámica subyacente dentro del eje y de la inquebrantable unidad de sus miembros, todo lo cual podría hacer aún más costosa la intervención de las potencias occidentales en la región.
A diferencia de las coaliciones occidentales tradicionales, creadas ad hoc por Estados con ideas afines para luchar contra una amenaza común sin ningún compromiso a largo plazo, el Eje de la Resistencia comenzó como una alianza duradera que se convirtió en una coalición de guerra. Desde su creación, lo que unió a los principales miembros fue la prestación mutua de apoyo militar y político para hacer frente a Israel. Mientras Irán proporcionaba a Hezbolá, Hamás y otros grupos palestinos ayuda militar y financiera desde hacía tiempo, Siria ofrecía su territorio como ruta segura de suministro para Hezbolá y como refugio seguro para los líderes de Hamás. Por su parte, Hezbolá proporcionó formación técnica y militar a Hamás, incluida experiencia en la fabricación de bombas y túneles, y junto con Irán, introdujo de contrabando tecnología para la fabricación de armas en Cisjordania y Gaza.
En 2013, el eje formó su primera coalición bélica, en apoyo del Estado sirio. Hezbolá intervino oficialmente en esa guerra y persuadió a Irán para que desplegara a sus Guardias Revolucionarios en Siria, mientras que la recién formada PMU siguió su ejemplo, ampliando aún más el eje.
Junto al papel de la coalición en Siria, Irán y Hezbolá intervinieron directamente en Irak en 2014 para ayudar a la PMU en la lucha contra el Estado Islámico. La última incorporación al eje fueron los houthis, que recibieron ayuda militar y política de Irán y, según algunos informes, entrenamiento militar de Hezbolá, en su guerra contra una coalición liderada por Arabia Saudí que comenzó en 2015.
Lo que hace del eje una alianza tan cohesionada y duradera son sus arraigados pilares ideológicos y sus objetivos estratégicos compartidos. Todos sus actores suscriben una agenda antiimperialista y antisionista, con la causa palestina como punto central. En la actualidad, comparte dos objetivos comunes: obligar a Israel a un alto el fuego incondicional en Gaza y expulsar a las tropas estadounidenses de Irak y Siria.Al perseguir estos objetivos, los actores no estatales de esta alianza actúan de acuerdo con sus propias convicciones políticas e intereses estratégicos y no siguiendo el dictado iraní. Aunque Irán ha ofrecido apoyo material a los actores no estatales del eje, esa ayuda no se ha traducido en el tipo de ejercicio de poder que caracteriza a las relaciones patrocinador-proxy. Esta opinión es compartida por el funcionario de inteligencia estadounidense Brian Katz [ver sus dos artículos más bajo], quien ha argumentado que los aliados no estatales de Irán «ya no son simplemente proxis iraníes. Más bien se han convertido en un conjunto de actores político-militares maduros, ideológicamente alineados, militarmente interdependientes y comprometidos con la defensa mutua». En esencia, la naturaleza de esta alianza es orgánica y simbiótica, en contraposición a transaccional y jerárquica.
La prueba más reciente de ello fue el ataque sorpresa de Hamás contra Israel el 7 de octubre, del que, según las versiones israelíes y estadounidenses, Irán no tenía conocimiento previo. Dicho esto, sí parece haber existido una estrategia de «defensa avanzada» planificada de antemano, según la cual Hezbolá, los Houthis y los grupos de la PMU tomarían la ofensiva e iniciarían ataques contra Israel y Estados Unidos en caso de que Hamás necesitara dicha ayuda. Esta estrategia se está ejecutando hoy mediante la coordinación militar táctica, que al parecer se está llevando a cabo en varias salas de operaciones conjuntas en diversas capitales de la región.
Dentro de esta estrategia, Hezbolá asume el papel de gestor de la batalla, por el que dirige, planifica y coordina las operaciones militares en los distintos teatros de conflicto. Tres escenarios de batalla fuera de Gaza se libran de forma sincronizada: La guerra de intensidad moderada de Hezbolá contra Israel, los ataques de la PMU contra objetivos estadounidenses e israelíes en Siria, Irak y el propio Israel, y los ataques de los Houthis contra buques de carga en el Mar Rojo y ataques ocasionales contra Israel. Todos los frentes se sincronizan para hacer una pausa cuando se suspenden los combates en Gaza, como demostró la tregua temporal en Gaza a finales de noviembre.
Una alianza caracterizada por un nivel tan alto de coordinación, que refleja una unidad de propósito y de visión, exige que Estados Unidos y sus aliados modifiquen radicalmente su enfoque de este conflicto. La suposición de que una acción militar «sostenida» contra estos actores acabará con su voluntad de seguir luchando es tan errónea como peligrosa. Por el contrario, las soluciones militares que amplían el alcance del conflicto sólo invitarán a respuestas más coordinadas de todo el eje. Los líderes occidentales harían bien en reflexionar sobre la realidad de que no están tratando simplemente de proteger las rutas marítimas, sino que están librando una guerra imposible de ganar contra una alianza ideológicamente unida y tenaz de poderosos actores no estatales.Los ataques de Estados Unidos y Reino Unido en Yemen no han hecho sino aumentar las perspectivas de una guerra regional en toda regla, dado que los houthis han amenazado ahora con ampliar el alcance de su campaña para incluir «todos los intereses de Estados Unidos y Reino Unido» en la región. Sin embargo, el frente libanés-israelí sigue siendo el más inflamable, teniendo en cuenta que Israel está ansioso por entrar en guerra con Hezbolá. Dado que este último es el actor no estatal más poderoso del eje de resistencia, si no del mundo, una guerra de este tipo sería la de mayor alcance y la más destructiva para ambas partes. Nada que no sea un alto el fuego en Gaza puede evitar que la región se convierta en un polvorín.
Segundo trabajo: el artículo HOUTHI – IRAN RELATIONS: DISTANT RELATIVES TURNS BROTHERS IN ARMS del turco Bayram Sinkaya, 2022, Türkiye İran Araştımaları Dergisi, también es muy exclarecedor, traduzco el abstract:
El proceso revolucionario en Yemen que comenzó en febrero de 2011 terminó con la toma del poder por parte del movimiento Houthi (que también se llama Ansarolá) la toma de Sanaa, la capital, el 21 de septiembre de 2014. La toma del poder ha llamado la atención sobre los vínculos de los Houthis con Irán y ha desatado un debate sobre si el movimiento Houthi es un nuevo proxi de Teherán. Asimismo, la posterior intervención militar de la coalición internacional liderada por Arabia Saudí para revertir la marcha de los Houthis hacia el poder también se debate en el marco de una guerra proxi entre Riad y Teherán. Sin embargo, el marco de la relación de poder lleva a subestimar los enfrentamientos entre múltiples actores y las características cambiantes del prolongado conflicto.
De hecho, el conflicto en Yemen ha evolucionado desde la sublevación de los Houthi hasta una prolongada guerra civil que atrajo a las principales potencias regionales y ha tenido ramificaciones regionales. Los Houthi también pasaron de ser insurgentes locales a actores nacionales, y prácticamente regionales.
La evolución del conflicto yemení desde una insurgencia local a un conflicto regional prolongado también ha transformado las relaciones de los Houthis con Teherán.
El objetivo de este artículo es explicar la evolución de las relaciones de los Houthis con Irán a lo largo del tiempo. Se argumenta que inicialmente había una relación distante entre los Houthis e Irán, que evolucionó en dos décadas hacia una estrecha relación de «hermanos de armas».
Es muy interesante tener en cuenta las diferencias teológicas entre el chiismo iraní y el zaidismo yemení: En contra del retrato común de los Houthis como chiíes, se les adscribe a la fe zaydí (fivers). Los zaydíes se consideran parte del del islam chií, pero muy diferentes de la corriente Imamiyyah (Twelvers) predominante en Irán. Además, entre las diversas escuelas chiíes, los zaydíes se consideran más cercanos al islam suní, debido a su rechazo de la taqiyyah (disimulación de las creencias religiosas) y abstenerse de la interpretación chiíta del tabarri, de considerar culpables a los tres primeros califas islámicos
por no reconocer el legítimo derecho del imán Alí a gobernar (Almahfali & Root, 2020, p. 3).
En las conclusiones del artículo podemos leer:
Yemen no ocupó un lugar destacado en la política exterior iraní, ni siquiera después de la Revolución Islámica. Además de la ubicación de Yemen, que está lejos de las zonas de interés estratégico para los dirigentes iraníes, la ausencia de lazos sociales entre las sociedades iraní y yemení, es decir, movimientos políticos simpatizantes de la revolución iraní, grupos chiíes afines, redes religiosas,
puede explicar en parte la indiferencia iraní hacia Yemen. La comunidad zaydí en Yemen, seguía siendo, en el mejor de los casos, parientes lejanos para Irán debido a la falta de redes religiosas comunes y las diferencias doctrinales fundamentales entre el chiismo twelver iraní y el chiísmo zaydí. Además, los zaydíes estaban marginados del poder, empobrecidos y reprimidos por un régimen autoritario que no daba cabida al activismo islamista. La capacidad iraní para llegar a Yemen estaba limitada por su preocupación con la guerra de ocho años contra Irak, las políticas aislacionistas de Estados Unidos y de los países de la región contra el régimen de la Revolución Islámica.El auge del revivalismo zaydí que surgió a finales de los 80 y en los 90, sin embargo, ayudó a resucitar los lazos espirituales entre Irán y la comunidad zaydí de Yemen. En particular el movimiento de la Juventud Creyente bajo el liderazgo de la familia Houthi, conservadores del zaydismo y se
se acercó al islamismo jomeinista propagado por Irán. La creciente influencia del movimiento Houthi, junto con su militancia, le llevó a un conflicto recurrente con el gobierno yemení. Entonces, Irán
dudó en proporcionar a los Houthis un apoyo sustancial, probablemente porque los consideraba
como un pasivo en lugar de un activo. En cambio, el gobierno iraní se dedicó a desarrollar
relaciones económicas, culturales y políticas con el gobierno yemení. Incluso en las últimas fases de la insurgencia Houthi, y en el momento de la transición de poder en 2011, Irán se mantuvo cauto a la hora de dar apoyo a los Houthi. Dada la naturaleza del conflicto en Yemen y la pobreza del país, requirió que Irán desembolsara una cantidad considerable de recursos. Sin embargo, fue muy difícil para Irán teniendo en cuenta los retos económicos a los que se enfrentaba y su excesivo compromiso
en otras zonas de conflicto como como Siria, Irak y Líbano. Además, a diferencia de los socios de Irán en las zonas de conflicto, los Houthis, con sus bases de poder autónomas, no podían considerarse
como verdaderos proxies de Teherán.La indiferencia de Irán con respecto a los Houthis continuó prácticamente hasta su toma
de Sanaa en 2014, cuando se convirtieron en Ansarolá y demostraron ser un actor en la política yemení. Además de su inexperiencia en el gobierno de la administración del Estado y hacer frente a los retos económicos, Ansarolá se enfrentaba a una serie de oponentes apoyados por una coalición internacional más amplia.
En estas condiciones, los dirigentes Houthi, que solían estar interesados en preservar independencia de Irán, se vieron obligados a solicitar efectivamente el apoyo iraní. Ese proceso coincidió con el auge de la asertiva perspectiva de política regional adoptada por el establishment clerical de seguridad en torno al ayatolá Jamanei. Contra la insistencia del Rouhani en mantener las relaciones con los Houthis a un nivel modesto, el estamento de seguridad clerical ha ampliado el apoyo de Irán a los Houthis, incluido el suministro de ayuda militar. Por lo tanto, los antiguos parientes lejanos se han unido en el llamado eje de resistencia y se han convertido en hermanos de armas que libraban una lucha conjunta
contra «la coalición de agresión» supuestamente orquestada por el imperialismo estadounidense
y el sionismo. Además de los requisitos estratégicos que unieron a la República
Islámica y el movimiento Houthi, su ideología común de islamismo jomeinista y su lucha conjunta en nombre de la «resistencia» han fortalecido la relación entre los Houthi e Irán.

La entidad estatal que gobierna desde Saná no es proxi de nadie. El experto Brian Katz citado arriba (investigador visitante en el Programa de Seguridad Internacional del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) en Washington, D.C.) hace un análisis sobre las relaciones «sponsor-proxy» y lo que tenemos aquí no es una de esas relaciones. Leamos primero su artículo en Defense News, escrito en el ya lejano 24 de octubre de 2018: Confronting the axis: Is the US prepared for a regional war with Iran and its allies?
Traduzco:
En algún lugar de Teherán, Qassem Soleimani probablemente esté sonriendo. Y viendo lo que ha ocurrido en Oriente Medio durante el último mes, sería difícil culpar al comandante de la Fuerza Qods del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica por sentirse alegre.
En Levante, Hezbolá sigue adquiriendo cohetes de precisión a pesar de los esfuerzos israelíes de interceptación en Siria. Allí, el presidente Bashar al-Assad -con los aliados iraníes y de Hezbolá a los que sigue dando la bienvenida- se prepara para retomar el último bastión de la oposición en la provincia de Idlib.
En Irak, las milicias chiíes respaldadas por Irán están llamadas a desempeñar un papel central en el nuevo gobierno iraquí, mientras que otras facciones militantes lanzaron cohetes contra instalaciones diplomáticas estadounidenses en Basora y Bagdad y supuestamente han adquirido misiles balísticos.
En Yemen, los insurgentes Houthi mantienen su control sobre Sanaa y siguen lanzando misiles cada vez más precisos contra Arabia Saudí, al tiempo que posicionan misiles de crucero antibuque a lo largo del Mar Rojo y el estratégico estrecho de Bab al-Mandab.
De hecho, la vista desde Teherán parece bastante buena. Lo que el general Soleimani ve no es sólo una creciente fuerza y capacidad de cada una de las filiales de Irán, sino su evolución hacia actores regionales capaces de unirse a Irán contra enemigos comunes: Estados Unidos, Israel y la coalición del Golfo liderada por Arabia Saudí. ¿Cómo ha sucedido esto?
La intervención de Irán en las guerras de Siria, Irak y Yemen transformó la fuerza y el alcance del eje de resistencia -la asociación de décadas entre Irán, Hezbolá y el régimen sirio- en una asociación más amplia que ahora incluye poderosas facciones en Irak y Yemen. Y estos grupos ya no son simples apoderados (proxis) iraníes. Más bien se han convertido en un conjunto de actores político-militares maduros, ideológicamente alineados, militarmente interdependientes y comprometidos con la defensa mutua.
En otras palabras, el eje ha evolucionado hasta convertirse en una alianza, desplegada en múltiples frentes no contiguos pero centrada en los conceptos de seguridad colectiva y disuasión ampliada, reforzada por el poder expedicionario. Esta evolución supone una amenaza directa para los aliados e intereses de Estados Unidos en Oriente Medio y significa que los estrategas estadounidenses que pretendan contrarrestar o «hacer retroceder» a Irán y sus socios deben tener en cuenta tres realidades sobre el terreno:
En primer lugar, el eje invirtió tiempo, sangre y tesoros en las guerras de la región y ahora «posee el terreno». Hacer retroceder a Irán y sus aliados -por ejemplo, degradando la arquitectura militar del Eje, potenciando a sus rivales o negociando la retirada de Irán- probablemente requiera una diplomacia coercitiva y/o la fuerza militar.
En segundo lugar, esa fuerza tendría que aplicarse contra socios no estatales cada vez más fuertes y resistentes. Contrarrestar la influencia de Irán requiere una estrategia regional amplia para contener y debilitar el eje y estrategias locales a medida para atemperar y degradar los ejes individuales en sus países anfitriones.
En tercer lugar, y lo que es más importante para los planificadores de defensa estadounidenses, el compromiso del eje con la defensa mutua y la dispersión geográfica de las capacidades significa que un conflicto en un teatro podría reverberar en otro, escalando a una guerra regional. Por ejemplo, una acción militar israelí en el Líbano podría desencadenar no sólo una represalia de Hezbollah contra Israel, sino también contra Estados Unidos si se nos percibe como combatientes. También significa que podrían producirse represalias contra las fuerzas estadounidenses en el Líbano, en otras partes del mundo donde Hezbollah o la Fuerza Qods tengan activos terroristas, o por parte de los aliados de Hezbollah en Irak y Yemen.
Así pues, la situación para los planificadores del Pentágono se ha complicado en los últimos años, exigiendo un cambio fundamental en la forma en que el departamento contempla un posible retroceso iraní. Si la acción iraní obliga a una respuesta estadounidense, los estrategas y planificadores del DoD deben estar preparados para afrontar los siguientes retos únicos y complejos de una campaña de este tipo:
Coordinación entre mandos: Una guerra regional contra Irán y sus socios abarcaría probablemente el Mando Europeo (EUCOM) y el Mando Central (CENTCOM), complicando los esfuerzos de planificación, dotación de recursos y mando. Mientras que el EUCOM se encarga de la defensa de Israel y de las operaciones marítimas del Mediterráneo Oriental, el CENTCOM es responsable del principal campo de batalla de Oriente Medio y del teatro marítimo del Golfo Arábigo al Mar Rojo. Garantizar que las tareas respectivas de los COCOMs, la asignación de recursos, la secuenciación operativa y los mecanismos de coordinación se establecen y delimitan antes de que se inicie una guerra resultará esencial para llevarla a cabo una vez que comience.
Gestionar la escala de escalada: El ejército estadounidense tendrá que gestionar la escalada o lograr rápidamente el dominio de la escalada tanto contra Irán como contra cada uno de sus socios. Los planificadores tienen que considerar las respuestas de Estados Unidos a la agresión iraní o de sus socios en determinados teatros, y a la respuesta de Irán a las acciones de Estados Unidos y si se produce en el mismo o en diferentes teatros. A continuación, las autoridades de mando deberán decidir si el objetivo de Estados Unidos es evitar una escalada que desemboque en una guerra regional total o, por el contrario, proseguirla y ganarla.
Gestión de alianzas: Si Estados Unidos llevara a cabo una guerra regional con Israel y otros aliados y socios, las estrategias y planes de campaña tendrían que ser concebidos conjuntamente, los recursos y activos puestos en común y asignados, y el mando y control bien integrados.
La evolución del eje de resistencia hacia una alianza liderada por Irán exige un cambio fundamental en la forma en que la comunidad de seguridad nacional conceptualiza a Irán y sus grupos afiliados, y en cómo el DoD planifica y dota de recursos los escenarios de contingencia en Oriente Medio. Abordar estas cuestiones ahora resultará esencial para evitar -y ganar- una guerra regional no tan inverosímil contra Irán y sus aliados.

Ahora leamos su análisis en el CSIS sobre el Eje de la Resistencia, nada de proxis yemenís por aquí tampoco.
Axis Rising: Iran’s Evolving Regional Strategy and Non-State Partnerships in the Middle East
Traduzco la cuestión y la introducción:
La cuestión
La intervención de Irán en las guerras de Siria, Irak y Yemen ha transformado la fuerza y el alcance del "eje de resistencia", la asociación de décadas entre Irán, Hezbolá y el régimen sirio. Teherán se ha asegurado puntos de apoyo militares, socios comprometidos y una influencia duradera en cada escenario. Las motivaciones de Teherán han evolucionado en cada conflicto. Irán comenzó con objetivos principalmente defensivos para defender a sus aliados y preservar el eje, y luego pasó a objetivos ofensivos contra Israel, Estados Unidos y Arabia Saudí. El caldero de la guerra forjó una nueva fuerza militar, legitimidad política y una mentalidad regional entre los socios de Irán. Estos grupos ven a Teherán y a los demás como socios en el campo de batalla, aliados ideológicos y flancos separados en un frente regional común. A medida que los aliados-ejes de Irán se han fortalecido y han evolucionado, también lo han hecho sus relaciones con Teherán. Los grupos afiliados operan a lo largo de un espectro dinámico con Irán que va de aliado a proxi -determinado por las capacidades, la historia y la influencia de los grupos con Irán. En la actualidad, el eje de resistencia funciona menos como una relación "patrocinador-proxi" y más como una alianza dirigida por Irán, centrada en la seguridad colectiva y la disuasión ampliada reforzada por el poder expedicionario. La evolución del eje hacia una alianza exige un cambio fundamental en la forma en que la comunidad de seguridad nacional conceptualiza el desafío iraní y sus grupos afiliados, y plantea complejos retos a los responsables políticos estadounidenses y a los aliados regionales. El pasado diciembre, Qais al-Jazali se asomó al norte de Israel. Disfrutando de una vista dominante desde Líbano, Khazali, líder de la milicia iraquí Asa'ib Ahl al-Haq (AAH), se comprometió a apoyar a Hezbolá en una guerra contra Israel. Flanqueado por comandantes de Hezbolá, filmado por la cadena de televisión de la AAH, Al Ahad, y retransmitido por la de Hezbolá, Al Manar, Khazali proclamó: "Estamos aquí con Hezbolá para declarar nuestra total disposición a permanecer junto al pueblo libanés". ¿Cómo hemos llegado hasta aquí: una milicia iraquí prometiendo luchar y morir junto a una libanesa contra Israel? La visita de Khazali es un punto de partida para estudiar la evolución de la estrategia regional de Irán tras la Primavera Árabe y sus medios para ejecutarla, el eje de resistencia. Este documento explora los objetivos y motivaciones de Irán en las guerras de Siria, Irak y Yemen; las crecientes capacidades, la ampliación de los papeles regionales y la evolución de los vínculos de los grupos no estatales que Irán respalda; y cómo el eje se asemeja ahora a una alianza. El documento plantea líneas de actuación para Irán en los próximos años y las implicaciones para Estados Unidos y los socios regionales.
Para terminar, dos reacciones a la estrategia de «diplomacia cinética» USA-UK tras los bombardeos anglosajones a Yemen, en la primera, los miembros del Sana’a Center For Strategic Studies han sido consultados al respecto, y las respuestas se pueden leer aquí: US and UK Strike Houthi Targets in Yemen: Reaction from Sana’a Center Experts
Esta es una pequeña perla:
El campo anti-Houthi en Yemen está estupefacto. Las pocas declaraciones hechas contra los Houthis desde el comienzo de su operación en apoyo de Palestina han sido duramente criticadas por la opinión pública yemení. El sentimiento se recoge en una frase común: «Mi hermano y yo estamos contra nuestro primo, y mi primo y yo estamos contra el extranjero». Ciudadanos de todas las tendencias han exigido que los portavoces de los grupos anti-Houthi «cierren la boca».
Los saudíes han expresado su gran preocupación por el desarrollo de los acontecimientos. Esto refleja su deseo de seguir adelante con un anuncio ceremonial del fin de las hostilidades en Yemen, patrocinado por ellos mismos y por Omán. Riad es ahora la única parte en el conflicto deseosa de celebrar esa ceremonia. El reino quiere asegurarse de que, en caso de que el conflicto se extienda, los Houthis no tengan como objetivo el territorio y los bienes saudíes. Sin embargo, tras arduas negociaciones y una serie de concesiones para conseguir que los Houthis reconozcan a Arabia Saudí como mediador y no como participante en el conflicto, la firma de un acuerdo ya no parece inminente. Los Houthis, embriagados por el tremendo capital político que han ganado actuando en solidaridad con Palestina, están insinuando una renegociación.
En la segunda, que cierra esta entrada, la especialista de la RAND Alexandra Stark escribe en Foreing Affairs Don’t Bomb the Houthis. Careful Diplomacy Can Stop the Attacks in the Red Sea; January 11, 2024
El título del artículo lo dice todo, por desgracia los que están al mando en USA-UK tienen otras cuestiones en mente que las que proclaman en su propaganda, o eso o son peligrosamente estúpidos.